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PERÚ: ENTRE LA TRAGEDIA Y LA ESPERANZA

2021, punto de quiebre. Tiempos de decisiones y apuestas con una correlación de fuerzas políticas y empresariales desfavorable.

El profesor Pedro Castillo, no terminará su vía crucis con la proclamación. Sin embargo, cerrará un infausto capítulo de la brutal guerra que le han declarado desde la ultraderecha política y empresarial. Se abre otro en el que esa guerra continuará bajo formas y estrategias que incluyen como objetivo final una suerte de golpe blanco. Pero también estarán en escena las FFAA que dejaron clara su voluntad de actuar cuando vean que, a su juicio, esté en riesgo el “orden constitucional”. Asimismo, conforme a las señales emitidas, estarán activos otros sectores conservadores políticos y empresariales que, aceptando a regañadientes el resultado electoral, no permitirán que se cambie las reglas de juego que, hasta ahora, les ha asegurado privilegios. ¿Estamos asistiendo al fin del régimen presidencialista? Lo veremos.

De: Nilo Meza M.

Publicado: 2021-07-09

1. Las elecciones 2021, pese a lo que diga o haga el fujimorismo, ha dado un resultado: Pedro Castillo, de raigambre izquierdista, es el presidente electo y su proclamación es inminente. El Congreso, como la otra cara de la medalla, es uno que tiene mayoría derechista con expresa voluntad obstruccionista, con lo cual el Ejecutivo no tendrá “paz” y será pasible de todas las censuras imaginables, incluyendo pedidos de vacancia. De los 130 congresistas, hay un bloque duro ultraderechista formado por Fuerza Popular (K. Fujimori), Renovación Popular (R. López) y Avanza País (H. de Soto) que suman 44 congresistas, si a ellos se agrega la mitad de aquellos considerados de centro (en realidad derecha), entonces tendríamos un bloque de 62 congresistas que impedirán cualquier reforma de trascendencia. Mientras desde la izquierda, tenemos las frágil suma de Perú Libre (V. Cerrón) más Juntos por el Perú (V. Mendoza) que hacen un total de 42 congresistas, claramente insuficientes para lograr las reformas prometidas, ni siquiera teniendo a su lado algunos acciopopulistas y morados que se dicen “progres”. El bloque zurdo (42), conforme van desenvolviéndose los acontecimientos a la interna de PL y la relación de P. Castillo con los “caviares” y la “derecha ilustrada”, cada más fuerte, no es muy auspiciosa en términos de solidez, aunque podría evitar desmanes de la ultraderecha, pero no será garantía de reformas importantes.

Por tanto, sería una candidez esperar algo trascendente del Congreso, salvo la obstrucción en escala creciente. Por ejemplo, una reforma constitucional que de paso a la convocatoria de un Referéndum requiere 66 votos que la alianza zurda más progres no tiene. La otra vía es que, en dos legislaturas, con 87 votos a favor en cada una, aprueben una reforma constitucional, parcial o total. Esta vía es más improbable que la primera.

Igualmente, para revisar los TLC o anular los “contratos ley” necesitarían 66 votos, lo mismo para las expropiaciones que, para decirlo de paso, los asesores económicos de Castillo, ya lo descartaron en atención a la presión de una “derecha moderna”. Un aumento al IR de las actividades extractivas, requiere el 50% más uno de los asistentes, reforma que podría ser viable sobre todo ahora que se ha puesto de moda en a nivel mundial. Sería realmente absurdo una actitud negativa del Congreso en este terreno.

Si hacemos un balance de las posibilidades de cumplir los compromisos adquiridos en las dos campañas, resultad más probable el debilitamiento del empeño por una nueva constitución que un escenario donde la diversas de fuerzas políticas se pongan de acuerdo por un cambio en el modelo o de la Constitución.

2. La “polarización” y la lucha de clases. El resultado final de la elección presidencial, ha configurado una “polarización” estadística que está siendo utilizado por los grandes medios y comunicadores de la derecha, incluso por parte de una izquierda atrapada por la coyuntura que no termina de comprender el análisis de una realidad social y política tiene dos aspectos: la apariencia y la esencia que oculta o maquilla la primera. Esta distinción no es contemporánea, es muy antigua y viene desde los primeros pensadores griegos, pasando por el pensamiento marxista hasta pensadores actuales fieles a los cánones de la objetividad.

Así como antigua es la distinción referida, lo es también el intento de quienes quieren ocultar una realidad esencial con las apariencias. En este caso, se pretende ocultar la “polarización” que genera la contradicción principal del sistema capitalista, esa protagonizada por pobres de un lado y, de otro, los ricos, como clases sociales antagónicas cuya resolución no cabe en fórmulas estadísticas, sino en la forma como la relaciones sociales y relaciones de poder en una trama que incluye a gobiernos y organizaciones sociales. Esta es la polarización real que los medios ocultan convenientemente.

Se trata de un juego de intereses contrapuestos, como los que configura la ambición y codicia de grandes empresarios contra los trabajadores que reclaman trato justo. Esta contradicción se replica de mil formas y en diferentes grados de agudeza, pero, en síntesis, es la vieja lucha de los dueños de los medios de producción que quieren más y más ganancias, cueste lo que cueste, contra los dueños del trabajo que quieren un pago justo por la riqueza que generan. Esa es la verdadera polarización, la esencia invisibilizada por la “polarización electoral”, la apariencia, que los medios de los poderosos pretenden convertir en la contradicción principal en la sociedad peruana.

Al interior de los porcentajes alcanzado por Castillo (50.125%) y Fujimori (49.875%) moran una diversidad de grupos sociales que van desde ricos a pobres y, a la vez, de pobres a ricos. Esa “polarización” sirve para los académicos y periodistas que no entienden la lucha de clases, pero sí comprenden el mandato de los poderes fácticos que hacen imprescindible instalar en la población que el “Perú está dividido en dos”. Falso. Si fuera cierto, López Aliaga no estaría mandando al traste su alianza con el fujimorismo o, por el otro lado, no estaría ocurriendo el debilitamiento del partido Perú Libre para dar paso a un “partido del profesor Castillo”. Eso, y mucho más, es la lucha de clases que quieren maquillar los medios al servicio del poder fáctico.

3. La derecha y su derrota. Luego de los resultados electorales, a la fecha irreversibles, la derecha está admitiendo que ha sufrido una humillante derrota que ha desencadenado un acelerado proceso de deterioro moral y político, además de rupturas internas como el que protagoniza el pro fascista López Aliaga y las huestes de K. Fujimori. No solo eso, ha sido tan brutal y totalmente injustificada la campaña contra Castillo antes, durante y después de la elección, que ha terminado aislándose vergonzosamente a nivel nacional e internacional. La OEA, EEUU, la UE, numerosos gobiernos y líderes del mundo han reconocido la limpieza del proceso electoral. Ninguna de las tretas legales, ni el lloriqueo virreinal de Vargas Llosa, les ha dado resultados a los perdedores, pese al despliegue de recursos y ejércitos de abogados que, con su actuación, mostraron su perfil gansteril.

Pero, no nos confiemos. La capacidad de un sector de esta derecha política y empresarial tiene “mecanismos institucionales” que le permiten proceso de recuperación y adaptación que, en la literatura reciente, le llaman resiliencia. Entonces, que no nos sorprenda giros políticos de líderes y gremios que comenzarán a mostrar su lado “democrático” con tal de consolidar el cerco que han comenzado a construir alrededor de Castillo, con eficaz apoyo de sus “asesores de última hora”, dando curso a ese poderoso sistema de cooptación que podría convertir a Castillo en un “líder” domesticado como Humala y, mucho antes, como Toledo, A. García y A. Fujimori. La ruleta electoral y el reparto del poder político tiene esos impactos.

4. La izquierda y el oxígeno inesperado. Para todo efecto, la izquierda no termina de reaccionar luego de haber recibido el golpe de oxígeno que le ha proporcionado los resultados electorales. Hace tiempo que respiraba con dificultad. Por eso, desesperados, la mayoría, se subieron al carro de un “rostro marquetero”, V. Mendoza. Los promotores de esta “estrategia” pusieron todos los huevos en una canasta y confiaron ciegamente en una buena performance del “rostro…” aunque Juntos por el Perú no haga nada. Pero la realidad les mostró que el pueblo está al lado de quien “habla y siente” como ellos, lejos del lenguaje engominado, edulcorado y lleno de mensajes que la derecha aplaudía. El FA, por su lado, se había convertido en un fantasma que apenas era reconocido por sus fieles, terminó inspirando pena con su 0.4% de votos.

Nadie creía que PL era la carta del pueblo. Tal vez, para ser justos, sí hubo un sector de maestros dentro y fuera de PL, que se la jugaron por completo, sin necesidad de la “izquierda tradicional” que, con el entusiasmo vocinglero de la “caviarada”, criticaban acremente a PL antes, durante y después de los resultados. Hoy, se suben al carro que criticaban sin ningún empacho. Es más, piensan que lo mejor que podría ocurrir es que PL y Cerrón desaparezcan de la escena política para tener libre el camino de domesticación de Castillo.

Quienes clamaban por la derrota de PL ahora se acurrucan bajo la sombrilla de V. Mendoza. Se han convertido en súbitos triunfadores de la faena electoral. ¿Perú Libre+Castillo? No, no, el triunfo no es de este binomio, sino de la esforzada y zigzagueante “caviarada” y un sector de Patria Roja, por tanto, creen tener derechos “adquiridos” para recibir el “chorreo” de poder que emana Castillo. Si revisamos la conducta de cada uno de los partidos que, aupados en Juntos por el Perú, participaron en las elecciones, constataremos que todos jugaban a perdedor o, en el mejor de los casos, apostaron sibilinamente por el “rostro marquetero”, sin importar que su discurso se parezca a una socialdemocracia provinciana, lo que los movía era ver que el binomio PL y Castillo no llegaran a la segunda vuelta.

Como por arte de la metamorfosis, ahora todos ellos son devotos de Castillo y siguen denostando contra PL y sus líderes, probablemente con más éxito que la derecha prisionera de un anticomunismo ultramontano. Todos esos “izquierdistas” reclaman un pedazo de la torta que jamás soñaron tenerlo frente a sus narices. En este desmadre zurdo, además de la desaparición del FA y la supervivencia de partidos tipo “cascarón”, quien tiene algo sustantivo que perder es Patria Roja-oficial, porque la derrama magisterial pronto tendrá cambiar de administración y, al perder este poder, pasará a ser parte de los partidos tipo “cascarón” dedicados a firmar, como una junta de longevos, comunicados llamando a la lucha popular, cada vez más ajena a su quehacer, y convocando a la “unidad” que activamente contribuyeron a convertirla en un bien casi inalcanzables.

La alianza entre Castillo y Juntos por el Perú es otro dato duro. Es una cuestión de estrategia de supervivencia. Y, como su principal objetivo es mantenerse en el gobierno, buscarán una “coalición de gobierno” de base “más amplia” que les permita acercarse a esa esquiva gobernabilidad. Ese objetivo, por otro lado, parece un anuncio de que las promesas de campaña, especialmente la Asamblea Constituyente y revisión de contratos ley, se relativizan y serán licuados porque el Perú está “dividido en dos” y no es “correcto” seguir atizando la “polarización”.

5. Las contradicciones de PL y la “mancha” de PC, parece no tener punto de retorno y podrían estar configurando un escenario de ruptura, no tanto por el peso de los pleitos internos que ya ni se quiere disimular, sino porque ese escenario le interesa más a la derecha, no solo la ultra sino la “moderna” que ahora ronda a Castillo. Ya no les sirve el “chavismo” que se endilga a cualquiera que promueva el cambio de modelo, o se declare socialista o marxista, han encontrado una “piñata” de carne y hueso a quien golpear, descalificar y sacrificar como señal de purificación y bendición del propio Castillo.

En esa lógica se han colocado los “asesores” que lo rodean, incluyendo al buen abogado Aníbal Torres, principal consejero legal de P. Castillo, que no duda en “sacar del bracero” al profesor y dejar que se “queme” Cerrón. Los primeros dicen a los cuatro vientos que todo aquello que se parezca socialismo o cambio de modelo, será eliminado del discurso y de la hoja de ruta que vienen trabajando sin PL y sin tener en cuenta el mandato popular. Torres, por su parte, no duda en “proteger legalmente” a Castillo, aunque Cerrón esté siendo objeto de una burda cacería judicial. Todo parece indicar que se quiere dar por concluida la exitosa alianza de PL+PC.

6. La nueva constitución. Siendo mandato del pueblo y una aspiración que podría amalgamar a esa izquierda peruana carente de capacidades de liderazgo y convocatoria, la nueva constitución debería ser la carta de navegación NO NEGOCIABLE. Si la administración Castillo afloja en esto, alentado por sus recientes amigos, obviamente, estaremos asistiendo a la muerte temprana del proyecto que, por su origen y simbolismo, parecía inspirar el profesor Castillo. Chile debería ser el ejemplo a seguir, nos da muestras que se puede lograr una nueva constitución incluso con Congreso en contra.

Tengo la impresión de que la voluntad popular expresada en las urnas no permitirá una traición de Castillo en este objetivo, tampoco cederá ante las presiones de la derecha. No permitirá que el congreso, atestado de derechistas enemigos del bienestar de las mayorías, sea quien decida si se cambia o no la Constitución del 93. El Poder Constituyente sigue siendo del pueblo y, esa atribución, es indelegable. Un escenario con combustible para el cambio podría ser la apuesta por una Asamblea Constituyente, previa consulta al soberano. Sin esto, cualquier otro escenario es uno de gradual adaptación al modelo.

Lamentablemente, la gestión de un Referéndum abre una brecha importante entre Castillo y PL. Mientras el primero, sabiendo que no logrará nada por los votos que tiene, quiere poner en manos del Congreso la viabilidad del Referéndum; PL, siendo consciente de la correlación de fuerzas en el congreso, prefiere recoger firmas y, por mandato popular, arrancar el Referéndum, como se hizo en Chile. La alternativa de Castillo reduce la contradicción a una discusión inútil en el congreso plagado de enemigos del cambio, mientras que la segunda opción supone escenarios de maniobra política que incluye acción política en las calles. O sea, otra vez, la lucha de clases también se expresa cuando se pone en cuestión el tema constitucional.

Sin embargo, más allá de darle mayor valor a una y otra forma de gestión, una buena combinación de las calles y el congreso, con un Ejecutivo que no le tiemble las manos, podría darle viabilidad al Referéndum constitucional. O sea, las calles y el ejecutivo exigen la modificación de la Constitución (art. 206) en dos legislaturas de tal forma que le permita convocar al Referéndum. Si no hacen eso, movilización popular como lo hizo Chile.

7. Castillo y el proceso de cooptación. Si nos atenemos a la distinción que hicimos de apariencias y esencias, no es posible negar esta posibilidad, sobre todo cuando se dan señales de que en la administración Castillo se mantendrán las vigas maestras del modelo económico, incluso renunciando a una nueva constitución. En esa dirección estaría yendo el “pedido” (a destiempo y haciendo el ridículo) a Velarde para que se quede en el BCR. O estar ofreciendo el oro y el moro a un sector del empresariado (“moderno”) que, sabiendo que no es posible revertir el triunfo electoral de Castillo, prefiere “conversar” con los asesores que no son “radicales”, sino más bien son “profesionales razonables” que encajan en las reglas de juego del neoliberalismo y son “confiables”.

Con esas señales, hay razones para deducir que Castillo podría reeditar una versión de Humala, aunque sin necesidad de llegar al servilismo. Entonces, la pregunta cae de madura. ¿Qué podemos esperar en términos de reformas impulsadas por el Ejecutivo?

Sin duda, tendrían que ser las más voceadas y por las que ha votado la voluntad popular. Pero no esperemos que se den en la dimensión y alcance que supondría una verdadera reforma, sino para ver cómo se “cambia para no cambiar”. Es decir, no estamos libres del peligroso juego de las apariencias y las esencias. Veamos algunas:

Aumento del impuesto a la renta del capital, las empresas y las personas; aumento a las regalías y cambiar el indicador de referencia, impuesto a las sobre ganancias, políticas anti dumping, salvaguardas y mayores aranceles buscando proteger la industria nacional. Asimismo, el pueblo espera que se deje de importar productos que se producen en el Perú. Pero sobre todo hacer todo lo que se pueda hacer para generar las condiciones para contar, pronto, con una Asamblea Constituyente. No hacerlo sería una provocación al pueblo.

8. La pandemia y la tragedia del Perú. El COVID 19, puso al descubierto la tragedia de nuestra economía, de nuestras instituciones de nuestro sistema de salud y educación. Estos sectores, claves en cualquier sociedad, fueron abandonados a su suerte, al “mercado” dicen los apologistas del neoliberalismo. Su precariedad y carencias en todo sentido, fue dramáticamente expuesta durante la pandemia. No había infraestructura ni equipamiento suficiente para encarar los impactos de la pandemia. Esto fue más lacerante cuando el Perú tenía plata y se prefirió guardarlos en bancos internacionales o dárselos en créditos casi sin intereses a los más poderosos. Casi el 8% del PBI representó la intervención del Estado para luchar contra el COVID 19 y reactivar la economía. La mayor parte de esos recursos, fueron a parar a los bancos y grandes empresas, cuando debieron ir a la pequeña y micro empresa.

La pandemia mostró la precariedad institucional y la fragilidad de nuestro sistema económico basado en la exportación de materias primas de origen minero, pesquero y agrícola. Pero, lo más dramático fue ver cómo la pandemia diezmaba la población pobre de toda la sierra y selva rural y los mostraba absolutamente indefensos. Ese era “milagro de la economía peruana” calificada como un país confiable por calificadoras de riesgo. Lo que no nos decían esas calificadoras y sus cómplices del MEF y del BCR, era que ese reconocimiento de país confiable solo servía a la sacrosanta inversión privada.

Asimismo, la pandemia mostró la volatilidad y la ficción del “auge” y “consolidación” de la clase media (Personas que ganaban entre 20 y 50 dólares diarios). Se tiene estimaciones oficiales que de los 14.2 millones de personas que ostentaban esta clasificación en 2019, pasaron a ser poco más de 7.9 millones luego del primer año de la plaga. Es decir, más de 6 millones de personas volvieran al umbral de la pobreza. Ese es otro ejemplo de los “milagros” del MEF y el BCR a cuyos jefes los asesores de Castillo piden quedarse en sus puestos.

9. El Estado y su nuevo rol. O juega un rol trascendente en la economía nacional o seguiremos como antes, sometidos al mercado “competitivo”, aun sabiendo que éste no existe. Si el Estado deja la insultante subsidiaridad, entonces los temas tributarios, la redistribución, la deuda tributaria, impuesto a las sobre ganancias, etc. se pondrán a la orden del día. El impulso fiscal debe servir para generar condiciones para el aumento de ingresos de la gente y, con ello, dinamizar la demanda agregada. Mercado interno y políticas de protección de la producción nacional es una obligación perentoria. Un Estado debidamente fortalecido será la mejor vacuna contra la desigualdad y la pobreza. No más estado subsidiario que no ve ni oye nada cuando su sometimiento a la lógica de los monopolios le impide mínimos niveles de control sobre la producción nacional.

Por eso el Gabinete debe reflejar intención de cumplir con el mandato recibido, incluso haciendo cierto nivel de concesiones al centro y, a la vez, rechazando presiones de la derecha recalcitrante y sus voceros en los medios. Una adecuada combinación de lo técnico y lo político, es lo que corresponde en la coyuntura. Talvez, debería primar lo político de cara a un escenario donde lo técnico no será suficiente para calmar las expectativas de la población y detener las arremetidas de la derecha.

En ese entendido, el MEF debería se encargado a un/una profesional de izquierda, o alguien con características parecidas, que garantice coherencia entre la gestión pública y las promesas de campaña y planes de gobierno de PL, en un claro concepto de que la recaudación y la disposición del gasto tiene como fundamento central el bienestar de la población, distinto a las prioridades del actual ministro W. Mendoza.

La composición del directorio del BCR, sin romper su autonomía, debe tener mayoría clara de zurdos designados por el Ejecutivo en salvaguarda de que el Congreso designe otros especímenes parecidos a Rafael Rey y Chlimper. En el MRE, considerando su rol clave en esta coyuntura, debería estar a cargo de un ciudadano con claras credenciales de izquierda o progresistas, con una visión internacionalista en el marco de los principios de la libre determinación y soberanía plenos.

En el MIPRE, tendría que ser encargado un convencido del desarrollo del mercado interno. En el MTC, un hombre o mujer que, además de méritos profesionales y experiencia, tendría que exhibir una historia de conducta ética y moral intachable, teniendo en cuenta que este sector fue convertido en una fuente importante de corrupción. En el MTPE, alguien que garantice que los derechos laborales serán respetados, así como su derecho a la sindicalización y negociación colectiva.

El presupuesto, por su parte, no debería ser una torta cuya distribución comienza y termina en el MEF en una clara lógica de clientelismo y corrupción, formalmente “aprobado” por el Congreso que, en muchos casos, levantarán la mano sin saber por qué están votando. Esta herramienta, en un gobierno de izquierda, debería dar señales de que el gasto, ahora sí, está pensado y diseñado pensando en el Perú y no en grandes intereses empresariales.

La política económica, en general, debe dar la más alta prioridad al mercado interno y traducir esta orientación en cada presupuesto. En ese sentido, dar atención preferente a la MYPE; la pequeña producción agrícola y producción familiar de alimentos; protección a la industria nacional con aranceles y salvaguardas; nacionalizar los recursos naturales que sean estratégicos para el desarrollo nacional, así como nacionalizar de inmediato los yacimientos gasíferos; nacionalizar la producción y comercialización del gas; obligar a las transnacionales de la producción minera y pesquera que den valor agregado a sus productos y transfieran tecnología en favor del país; revisar los TLC que, blindados constitucionalmente, impiden todo lo anterior en el proceso de producción bienes y servicios.

El gobierno del profesor Castillo, debería, ahora que está demostrado que el mercado no funciona para el desarrollo nacional ni para enfrentar pandemias como la que estamos viviendo, disponer que se recupere una instancia rectora de Planificación. Es hora de mirar con racionalidad el futuro y dejar de ser devotos de los vaivenes del “mercado” y víctimas de la incertidumbre.

10. La Política Exterior. Hasta ahora lo que hemos tenido es una cancillería balbuceante, lejos de las tradiciones de prestancia y profesionalismo que inspiró Porras Barrenechea. El prestigio de Torre Tagle está por los suelos. Lo sucesivos cancilleres fueron expresión de mediocridad y servilismo que alcanzó su mayor pobreza y precariedad diplomática desde que “lidera” el Grupo de Lima.

Por ello, un cambio radical en este campo es imprescindible, pues ahora más que nunca se necesitará una Cancillería capaz de crear condiciones de apoyo, solidaridad y acompañamiento a un proceso, de por sí difícil, que el pueblo ha encargado al profesor Pedro Castillo. Sin bien el voceado probable Canciller, Rodríguez Cuadros, es un diplomático de carrera con méritos propios, requerirá un claro marco de orientación política de nuestra política exterior, responsabilidad que recae en el Presidente de la República y su entorno.

No solo es establecer las mejores condiciones de revisión de contenidos y alcances de los TLC, sino fundamentalmente establecer relaciones de amistad y cooperación con todos los países del mundo, a los cuales podamos vender nuestros productos.

11. La organización del pueblo. Debería ser el pilar del gobierno de Castillo. Si se dedica de “cuerpo y alma” a la administración del Estado sin tener un pueblo organizados que lo ayuda a gobernar, es decir a darle “gobernabilidad”, entonces seguirán los pasos de los “izquierdistas” Humala y otros similares.

Esta organización no solo es política-partidaria, que debería adquirir prioridad, sino política social y gremial. Hay un campo enorme para darle curso a una estrategia de organización del pueblo para hacer política y para organizar la producción y la comercialización. Si lo dejan otra vez en manos del mercado, tendremos los resultados que tenemos hasta ahora y habrá sido inútil el esfuerzo de millones de peruano por arrebatarle a la derecha la conducción del gobierno.

Sin organización política y gremial, sin organizaciones populares con poder, el gobierno será un veleta al compás de quienes generan los vientos y sus direcciones.

12. Elecciones del 2022, será un escenario extraordinario para consolidar avances de la izquierda en general, pero para consolidar poder e incidencia de Perú Libre frente al ninguneo que está experimentado en este momento. Todo ello en el marco de una estrategia de apoyo crítico al gobierno de Castillo, dejando claro que el rechazo a la derecha pro fascista sigue en pie, así como la advertencia de que la cooptación de Castillo por el sistema será inaceptable.

Toca analizar al detalle, región por región, provincia por provincia y distrito por distrito el sentido de los votos y su potencial expansión o reducción para distintas opciones políticas Sobre esa base establecer políticas de alianzas específicas, en cada territorio.

Ganar las elecciones del 2022 para PL es clave en su objetivo de convertirse en partido de nivel nacional y entraña estrategias políticas que abarque a toda la izquierda que se alinee detrás de la nueva constitución y, fundamentalmente, apunte a la construcción de una base social fuerte y organizada que, sin dejar el apoyo crítico, dejará claramente establecido que Castillo está en la presidencia con un mandato muy claro que no admite “hojas de ruta” que traicionen la esperanza del pueblo.

De allí que la campaña electoral estará, sin duda, matizada por el recojo de las 2.5 millones de firmas requeridas para el referéndum constitucional, dando especial atención a las políticas de alianzas con actores regionales y organizaciones de base.

Las regiones irán cobrando cada vea mayor importancia estratégica en la construcción del poder popular. No solo se trata de bases electorales, sino de núcleos territoriales de poder que, de ganar las elecciones, podrán disponer de un canon minero y otros conceptos sin necesidad de depender administrativamente del gobierno central. La regionalización con una efectiva descentralización, es lo que corresponde al Perú de estos tiempos. El centralismo ha mostrado su lado perverso en relación al desarrollo nacional y superarlo no necesariamente significa optar por un federalismo que le quita el sueño a la derecha.

Nada de lo dicho, sin embargo, será fácil, sobre todo, si el primer año de Castillo es un fracaso en términos de políticas públicas. Son muchos y complejos los problemas que tiene que resolver en un año. La pandemia, será el termómetro de cómo atiende a la población más vulnerable y, en general, a partir de este punto el tema de la reactivación económica.

Lima, 08 de julio de 2021


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